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Mostrando entradas de 2021

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Lic. Agustín Sartuqui

Una verdad arrasadora

No existe nada permanente a excepción del cambio. Es una verdad que ya los griegos habían advertido con Heráclito, quien hizo célebre la frase “nadie se baña en el mismo río dos veces”. El acto de pensarnos en forma constante es un ejercicio que se conquista en la actitud de mirarnos sin prejuicios, examinando cada rincón de nuestro ser en aras de salir de los enredos y hacer frente a los desafíos que la vida nos presenta. Esta aventura hacia la conquista de una reflexión radical, tan de la mano con la actitud filosófica del pensador griego, se inicia allí donde abandonamos el saber estático e inmutable. En otras palabras, esa imagen de lo que creemos ser a priori para dar lugar a lo que nos sorprende y nos permite construir nuestra verdad a posteriori . Una verdad arrasadora que rompa con los estereotipos que nos impiden evolucionar y dar lo que está a nuestro alcance en cualquier circunstancia y sin los tapujos de la autocensura.  En este contexto, ¿Cómo podemos ejercitar la imagina

Una morada de lenguaje que nos aloje

  Los “errores” son un trago difícil de digerir. Nos ubican en una sensación de vulnerabilidad que contrasta con lo que reflejamos en el espejo de los ideales; esa identidad que construimos basándonos en interpretaciones de las vivencias que nos atraviesan. Sabemos muy bien que no es fácil reponerse cuando lo real hiere nuestra fibra más sensible, aquella alrededor de la cual erigimos una coraza para permitirnos vivir la cotidianeidad con cierta estabilidad emocional. ¿Nos preguntamos si aquello que se derrumba es de algún modo algo que tenía que caer? ¿Una oportunidad para reconstruirnos de una forma más auténtica en acuerdo con nuestro deseo? La tentación de escapar a esta pregunta y refugiarnos en lo conocido es muy fuerte. Es así que, como un acto reflejo, nos urge la necesidad de revestirnos con aquello que nos da seguridad. Si miramos las “derrotas” como una oportunidad, existen muchas variables que se prestan a un replanteo radical. En primer lugar, podemos evaluar si querem

La historia no es una fotografía

Las heridas que nos marcan en el tránsito de la vida pueden ser un punto de partida donde nuestro pasado ya no es un mero recuerdo sino una marca que se hace actual a través de la cicatriz que nos surca. Desde esta marca es que podemos interpretar sus huellas, reconstruir nuestra historia y elaborar un aprendizaje que nos oriente para desasnarnos de lo que se repite una y otra vez en nuestra vida. Trascendiendo el enojo y la tristeza con el propósito de escuchar lo que ellas nos dicen en lo profundo, podremos interpelar las heridas para disponernos a transitar el mañana con la avidez de avanzar hacia nuevas experiencias. La historia no es una fotografía que inmoviliza los hechos una vez que éstos acontecen. Es en este sentido que tampoco las cicatrices poseen un significado unívoco que nos condena a un único destino. Entre el estímulo y la respuesta, está nuestro acto de lectura e interpretación de esas marcas; testimonios de sucesos que alguna vez nos dolieron, y que hoy nos piden

El flow y la amistad

En esta ocasión, haré alusión a una sensación que todos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas; aún sin saberlo. Me refiero a la sensación de flow . No es un concepto novedoso ni algo inventado por mí. Este término resguarda varias definiciones en el ámbito académico de las cuáles no me voy a ocupar en este posteo. Más bien, mi propósito es hacer foco en lo que representa el flow para mí basándome en experiencias personales. En primer lugar, entiendo que la sensación de flow tiene lugar cuando podemos disfrutar de algo que nos interesa a tal punto que las dimensiones del tiempo y el espacio se flexibilizan para alojar a nuestro deseo. Pueden pasar horas, minutos o segundos sin que éstos puedan ser distinguidos entre sí, ya que en el estado de flow el sujeto está tan compenetrado con su objeto de abordaje que no posee la distancia suficiente como para percibirlo y conocerlo “objetivamente”. Desde esta postura, en el flow se trascienden los estándares propuestos e

Transitar el tiempo de una manera distinta

  ¿Qué es lo que pasa por nuestra mente cuando sentimos que estamos en deuda con las metas que diagramamos en nuestra juventud? ¿Resulta haber un tiempo indicado para hacer las cosas? ¿O nos estamos excusando con la edad para no darle vida a nuestro proyecto? En lo personal, creo que los propósitos que nos planteamos en la vida tienen dos dimensiones. Una dimensión es la objetiva, la que nos permite ver y palpar nuestro deseo hecho realidad y exteriorizado frente a los demás. La otra es la subjetiva, más relacionada con la abstracción del deseo, es decir, con la esencia de un anhelo profundo que se puede plasmar en forma concreta de varias maneras. Por ejemplo, la necesidad de ser amado puede ser el correlato subjetivo del inicio de una nueva relación sentimental, del reencuentro con un amigo que nos hace bien, o de adentrarnos en un viaje de placer junto a nuestros seres queridos. Como se verá, cuando tomamos el lado objetivo como única opción, nuestra estrechez mental no nos pe

La rígida máscara de la identidad

  La concreción de lo posible depende en una parte del azar, pero más que nada de un trabajo sobre sí mismo que no le incumbe a nadie más que a quien lo efectúa. La mayor parte de esta labor sienta sus bases en nuestra predisposición para con el cambio, la cual nos permite estar abiertos a lo nuevo, a lo que no encaja y se nos presenta como una oportunidad para crecer. No es un mero “voluntarismo” el que se propone; es un reenfoque de nuestra mirada frente a los condicionamientos que sabotean nuestro bienestar. Desde la incomodidad que nos provoca nuestra situación actual, varias son las opciones y variadas son las formas de encararlas. El músculo más importante a ejercitar en este desafío es el de la creatividad, jugando con las formas y los contenidos de lo que nos convoca a cambiar. Lo que se promueve, en este sentido, es generar nuevas ideas que alcancen el suelo de la praxis y echen sus raíces para ser nutridas de lo que las sostiene, tanto en las luces como en las sombras. F

La experiencia con el absurdo

  Una de las paradojas en la cual nos vemos sumergidos en los tiempos que (nos) corren, se refiere a la experiencia del absurdo en medio de los mandatos que la cultura nos impone. Bombardeados por publicidades y exigencias de la sociedad posmoderna –   de las cuales nos apropiamos como parte de nuestra identidad –, se nos presentan “recetas de la felicidad” que prometen recubrir con certezas aquellas preguntas que se abren en nuestro ser. Es entonces que realizando tal o cual actividad, o adquiriendo un determinado objeto de consumo, nos mantenemos en la ilusión de una completud ociosa y sin compromisos. El problema comienza cuando las cosas no se dan de la manera esperada y los sucesos parecen ir a destiempo con lo que planificamos en la agenda. Intentando recomponer esas realidades discordantes, respondemos con el acto reflejo que tiende a ordenar las cosas a los fines de escapar de lo que no tiene respuesta. El no hacerlo implicaría enfrentarnos con el caótico mundo del sinsentido

Atravesando el portal del consultorio

  Atravesando el portal del consultorio, las cosas comienzan a fluir de otra manera. En ese paso, algo se abre también en nosotros, haciéndonos sentir la desnudez de un yo que va perdiendo la seguridad de su saber. Lentamente, nos adentramos en un encuadre que contiene una temporalidad distinta: la del tiempo en análisis. Al cerrar la puerta, se abre otro tiempo en ese espacio con cuatro paredes; un lugar que nos invita a salir de nuestra zona de confort y del cual nos apropiamos lentamente en aras de ser alojados. Y es así que nos sumergimos en la aventura de lo incierto para hacerle un sitio a nuestro decir.   En primera instancia, se instala un silencio que es difícil de afrontar. Él nos mueve a hablar con la ilusión de encontrar la seguridad de un complemento que nos dé las respuestas que esperamos escuchar. Emergen las primeras palabras; desordenadas y caóticas, ellas quieren decir algo, aunque nunca lo digan del todo. Haciendo el ejercicio de dejarnos ser en ese tiempo que

Yo soy quien no debe ser

En ocasión del aniversario número setenta del nacimiento de Carlos Alberto García Moreno, más conocido como Charly García, me permito rendirle un humilde homenaje a quien fue mi gran compañero desde los inicios de mi adolescencia. Un viernes 6 de noviembre del año 2002 me encontraba por primera vez con el maestro en un recital celebrado en el estadio de Liniers, ciudad de Bahía Blanca, Argentina. Mi viejo ya me había hablado de Charly, de su historia, de lo que había significado para él en su vida. Incluso me había hecho escuchar los casetes del Adiós Sui Géneris en el Luna Park. A decir verdad, la calidad del audio de esos casetes de mediados de los ochenta no era la mejor, y en ese momento no los supe aprovechar como sí lo hice años más tarde cuando Charly ya era para mí el más grande de todos. Más allá de eso, no sabía mucho más sobre él, a excepción de lo que se mostraba en la prensa – que difundía más sus escándalos que su obra musical –  y un recuerdo difuso de un recital tr

Transitar el dolor y hacer algo con él

Cuántas veces nos preguntamos sobre el sentido de nuestra existencia excluyéndonos a nosotros del planteo. Buscamos un responsable o “culpable” de lo que nos pasa. Como contraparte, anhelamos un “salvador” que resuelva todos nuestros problemas. Y es entonces que aguardamos en la pasividad un “golpe de suerte” de las circunstancias para encontrar el alivio que tanto deseamos. Las excusas están a la orden del día. Siempre tendremos motivos como para bajar los brazos, no hacer tal o cual cosa o, simplemente, quejarnos y hundirnos en la amargura. La diferencia está en la brecha que se abre entre lo que nos pasa y lo que hacemos frente a ello. No es algo fácil ese cambio de postura, pues desde la razón evaluamos situaciones que son difíciles de digerir por nuestro psiquismo. Este cambio de posición involucra también un cambio en nuestro contexto. Al modo de un juego de ajedrez, necesitamos hacernos un espacio para que las otras piezas se reacomoden y se alineen en una disposición estratég

Una tarde en el café

Conectado con la matriz de mis pensamientos, me encuentro con un cielo azul despejado en un día de Sol. Es muy agradable sentarme en mi café favorito y ponerme a escribir, improvisando cada uno de los momentos mientras escucho música jazz. Me aferro a lo que dicta este instante y me sintoniza con lo real que habita en mí. No hace falta abrir los ojos, pues el día soleado del que hablaba antes ya está en mi interior, como el mundo del texto que se transmite al universo del lector cuando la obra trasciende a su autor. Se construye así una virtualidad única que le da movimiento a mi imaginación y a las neuronas que la dibujan. En calidad de prófugo de los hechos, me anulo de lo que pasa afuera. Aquello que no podré cambiar en millones de años si no miro para mis adentros. De manera progresiva me relajo más y más. Me amigo con todo mi ser cayendo en un colchón de ensueños hecho de algodón. Sumamente placentero es este momento. Me siento más despierto que nunca, aunque esté quieto y con

El abismo que nos mira

El análisis suele transcurrir alrededor de un borde que circunda lo que llamamos “el núcleo doloroso”. Me refiero a ese lugar que es la fuente de nuestra “sanación” y, a la vez, el de una gran herida que no queremos cicatrizar. Y es entendible que así lo sea, ya que el alivio pasajero de lo conocido muchas veces le gana la pulseada a la decisión de proyectar nuestro deseo en el largo plazo. El pasaje de un estado a otro es lo que llamamos “el proceso psicoanalítico”. El paciente se dirige hacia ese centro lentamente, como si tantease a ciegas los límites que lo alejan de su realidad y lo aproximan hacia lo desconocido que habita en él. Una realidad que es psíquica y edificante de su subjetividad pero que, a la vez, puede ser cuestionada y reestructurada desde la elaboración de su posición frente a ese núcleo. Pasar por la experiencia del análisis, es pararse en ese abismo que divide nuestro saber con lo que nos deja sin palabras. Un abismo que desde el silencio nos interpela y – pa

Pensar y nombrar lo que nos incomoda

  Una propuesta para nada sencilla es aceptarse en el sinfín de situaciones que nos atraviesan día a día. Las contradicciones internas se nos aparecen como un desgarramiento que deja a cielo abierto nuestras heridas y vulnerabilidades. La dificultad reposa en que vivenciamos parte de lo propio como algo ajeno que nos incomoda; algo que odiamos y contra lo cual combatimos resguardados en la trinchera de nuestra parte “buena”. En consecuencia, deseamos con todas nuestras fuerzas que ese escollo desaparezca para mostrarnos seguros y coherentes en los ámbitos que frecuentamos. En este contexto, cuando nos encontramos con algo propio que nos enoja y no queremos ver, solemos depositar en el otro nuestras incomodidades e inseguridades. Este acto es una forma de negar lo que estamos atravesando para proyectarlo en los demás. En otras palabras, sea cual sea el hecho que estemos viviendo, buscamos un chivo expiatorio para salvar nuestro honor, y así dormir con la conciencia “libre de todo mal”

Mirar más allá de lo que vemos

Tener la capacidad de trabajar bajo presión es visto, en líneas generales, como una virtud. En efecto, estamos inmersos en una realidad que nos convoca a dar cada vez más de lo que no tenemos. Es impresionante ver cómo personas de las más variadas edades cargan a cuestas con pesadas mochilas de las cuales no saben cómo y cuándo desprenderse. Por el contrario, creemos que es así como debe ser, y es por eso que nos medimos con un ideal de excelencia que no tiene parangón con lo que verdaderamente nos hace bien. En ese caso, es bueno que nos preguntemos lo siguiente: ¿a dónde nos conduce estar a la altura de las demandas laborales? ¿Nos ayuda a desplegar el potencial que llevamos dentro?, ¿o nos convierte en un engranaje más de una máquina perversa que nos hace prescindibles y reemplazables? También es importante que nos interroguemos si lo que descansa en nuestras espaldas es realmente algo deseado o un lastre que llevamos por miedo a las consecuencias de dar un golpe de timón. No sa

Eternizar los instantes que se nos hacen placenteros

Desde aquello que vamos siendo, convocamos e inspiramos a los demás. Eso que nos hace sentir reales sin saber por qué, es lo que nos impulsa a levantarnos de la cama día a día a pesar de lo que esté sucediendo a nuestro alrededor. En medio de los caprichos del azar, tenemos la certeza de que algo haremos con la circunstancia que nos interpelará a dar una respuesta creativa. Somos seres únicos, casuales y finitos, con un propósito que nos excede y nos convoca a salir de la comodidad a los fines de trascender nuestras fronteras mentales. La curiosidad que nos mueve a la trascendencia es, entonces, el otro polo que acompaña a la creatividad en nuestra búsqueda de una vida auténtica. A través de esa relación armónica entre curiosidad y creatividad, se entrelazan dos elementos esenciales que confluyen en el camino del deseo, transformando lo que era un largo periplo en un trayecto agradable. En él, el estado de flow – fluir en lo que hacemos olvidando el paso del tiempo – es el verdadero pr

El adoctrinamiento de lo diferente

Lo conocido es un baluarte en la medida en que no lo aprendemos de memoria. Articulando creativamente el saber, podemos llegar a encontrarnos con nuestra dimensión más original y reveladora. Quien aprende a pensar por sí mismo, enarbolando resultados diferentes para los problemas de siempre, es el que logra abrirse nuevos caminos donde a priori parecía no haber escapatoria. De allí que el ejercicio de conocer –  en su faceta creativa y cuestionadora frente al saber de facto –,  sea un arte que echa raíces en la cultura y despliega ideas en el firmamento. El saber se nutre de la tierra que nos vio nacer y crecer; el suelo que nos sostiene y es regado con paciencia y constancia por nuestros verdaderos maestros, aquellos que nos enseñan a escuchar más allá de lo que se oye. Ellos son la fuente de luz que nos facilita la elaboración de los datos mediante una sabia fotosíntesis, que metaboliza y transforma todo aquello que nos hace falta conocer para ser. En el contexto actual, resulta part

No hay mal que por bien no venga

En nuestro infinito mundo interior, suele generarse un debate sobre qué es lo que tenemos que hacer para ser mejores personas, pensando y obrando como creemos que es debido hacerlo. No obstante, si bien hacemos todos los “deberes”, aun así no sentimos la satisfacción de estar aportando algo genuino a los demás. Frente a los reiterados “fracasos”, nos preguntamos en qué estamos fallando para corregirnos y redoblar nuestros esfuerzos. Es así que esperamos una recompensa, fabricando un prototipo de persona moralmente “buena” que nos permita expiar nuestra culpa por las acciones del pasado. Esta mirada utilitaria, nos desvía de aquello que nos permite cambiar las cosas de raíz, para ser y estar afirmados en nuestra esencia. La verdadera pregunta, el quid de la cuestión, reposa en plantearnos qué es lo que podemos aportar para generar una reestructuración de nuestra realidad de un modo auténtico, haciendo caso a lo que nos convoca, nos apasiona, y nos motiva a dar lo que somos y lo que ten