En nuestro infinito mundo interior, suele generarse un debate sobre qué es lo que tenemos que hacer para ser mejores personas, pensando y obrando como creemos que es debido hacerlo. No obstante, si bien hacemos todos los “deberes”, aun así no sentimos la satisfacción de estar aportando algo genuino a los demás. Frente a los reiterados “fracasos”, nos preguntamos en qué estamos fallando para corregirnos y redoblar nuestros esfuerzos. Es así que esperamos una recompensa, fabricando un prototipo de persona moralmente “buena” que nos permita expiar nuestra culpa por las acciones del pasado. Esta mirada utilitaria, nos desvía de aquello que nos permite cambiar las cosas de raíz, para ser y estar afirmados en nuestra esencia. La verdadera pregunta, el quid de la cuestión, reposa en plantearnos qué es lo que podemos aportar para generar una reestructuración de nuestra realidad de un modo auténtico, haciendo caso a lo que nos convoca, nos apasiona, y nos motiva a dar lo que somos y lo que ten