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Mostrando entradas de noviembre, 2021

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Lic. Agustín Sartuqui

El flow y la amistad

En esta ocasión, haré alusión a una sensación que todos hemos experimentado en algún momento de nuestras vidas; aún sin saberlo. Me refiero a la sensación de flow . No es un concepto novedoso ni algo inventado por mí. Este término resguarda varias definiciones en el ámbito académico de las cuáles no me voy a ocupar en este posteo. Más bien, mi propósito es hacer foco en lo que representa el flow para mí basándome en experiencias personales. En primer lugar, entiendo que la sensación de flow tiene lugar cuando podemos disfrutar de algo que nos interesa a tal punto que las dimensiones del tiempo y el espacio se flexibilizan para alojar a nuestro deseo. Pueden pasar horas, minutos o segundos sin que éstos puedan ser distinguidos entre sí, ya que en el estado de flow el sujeto está tan compenetrado con su objeto de abordaje que no posee la distancia suficiente como para percibirlo y conocerlo “objetivamente”. Desde esta postura, en el flow se trascienden los estándares propuestos e

Transitar el tiempo de una manera distinta

  ¿Qué es lo que pasa por nuestra mente cuando sentimos que estamos en deuda con las metas que diagramamos en nuestra juventud? ¿Resulta haber un tiempo indicado para hacer las cosas? ¿O nos estamos excusando con la edad para no darle vida a nuestro proyecto? En lo personal, creo que los propósitos que nos planteamos en la vida tienen dos dimensiones. Una dimensión es la objetiva, la que nos permite ver y palpar nuestro deseo hecho realidad y exteriorizado frente a los demás. La otra es la subjetiva, más relacionada con la abstracción del deseo, es decir, con la esencia de un anhelo profundo que se puede plasmar en forma concreta de varias maneras. Por ejemplo, la necesidad de ser amado puede ser el correlato subjetivo del inicio de una nueva relación sentimental, del reencuentro con un amigo que nos hace bien, o de adentrarnos en un viaje de placer junto a nuestros seres queridos. Como se verá, cuando tomamos el lado objetivo como única opción, nuestra estrechez mental no nos pe

La rígida máscara de la identidad

  La concreción de lo posible depende en una parte del azar, pero más que nada de un trabajo sobre sí mismo que no le incumbe a nadie más que a quien lo efectúa. La mayor parte de esta labor sienta sus bases en nuestra predisposición para con el cambio, la cual nos permite estar abiertos a lo nuevo, a lo que no encaja y se nos presenta como una oportunidad para crecer. No es un mero “voluntarismo” el que se propone; es un reenfoque de nuestra mirada frente a los condicionamientos que sabotean nuestro bienestar. Desde la incomodidad que nos provoca nuestra situación actual, varias son las opciones y variadas son las formas de encararlas. El músculo más importante a ejercitar en este desafío es el de la creatividad, jugando con las formas y los contenidos de lo que nos convoca a cambiar. Lo que se promueve, en este sentido, es generar nuevas ideas que alcancen el suelo de la praxis y echen sus raíces para ser nutridas de lo que las sostiene, tanto en las luces como en las sombras. F

La experiencia con el absurdo

  Una de las paradojas en la cual nos vemos sumergidos en los tiempos que (nos) corren, se refiere a la experiencia del absurdo en medio de los mandatos que la cultura nos impone. Bombardeados por publicidades y exigencias de la sociedad posmoderna –   de las cuales nos apropiamos como parte de nuestra identidad –, se nos presentan “recetas de la felicidad” que prometen recubrir con certezas aquellas preguntas que se abren en nuestro ser. Es entonces que realizando tal o cual actividad, o adquiriendo un determinado objeto de consumo, nos mantenemos en la ilusión de una completud ociosa y sin compromisos. El problema comienza cuando las cosas no se dan de la manera esperada y los sucesos parecen ir a destiempo con lo que planificamos en la agenda. Intentando recomponer esas realidades discordantes, respondemos con el acto reflejo que tiende a ordenar las cosas a los fines de escapar de lo que no tiene respuesta. El no hacerlo implicaría enfrentarnos con el caótico mundo del sinsentido