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Lic. Agustín Sartuqui

Las verdades que damos por ciertas

Si supiésemos qué es todo aquello que nos moviliza a transitar nuestra existencia desde la fluidez, ¿seríamos más plenos? Si tomásemos conocimiento del dial que nos mantiene en la frecuencia del disfrute y nos conecta con los umbrales imperceptibles de nuestro ser, ¿estaríamos en mejores condiciones para afrontar las vicisitudes de la vida? En definitiva, ¿alcanza con saber para desplegar en forma artera nuestro potencial? Veamos. Si decimos que el saber se define como todo aquello que es articulado con el recurso de la palabra, un desenlace derivado del “músculo de la razón”, estaríamos siendo injustos con nuestra vasta capacidad de enarbolar una certeza que trascienda los límites de lo discursivo; donde las palabras se detienen y comienza una nueva experiencia.  En la tolerancia de nuestro no-saber, podemos desandar el camino de las explicaciones habladas y toparnos con el abismo que se nos abre en la esfera de la intuición. Es un tipo de saber inefable que mana de las profundidades

Dejarnos interpelar por lo que emerge

En el continuo ejercicio de la técnica humana, solemos olvidar que estamos sujetos a las iniciativas, proyectos e ideas que sobrepasan lo que la rutina nos demanda. En el instante en que acusamos recibo de nuestro deseo, adviene a nuestro ser esa necesidad imperiosa de salirnos de la caja mental que nos moldea, abriendo otros caminos que le dan paso a nuestra singularidad. Trascender lo cotidiano, es crear nuevos mundos con el afán de alojar ese excedente de vida que nos hace vibrar, y que nos mueve a actuar con determinación en los tiempos de crisis. En ese contexto, no sería sorpresivo que los espacios de siempre nos queden chicos, y que necesitemos ampliar nuestro campo perceptual para mirar más allá en la geografía de nuestro mundo interior. “Salirnos de la caja”, es también dejar la seguridad de lo conocido y aceptar esa cuota de incertidumbre que todo cambio acarrea. Al tomar esta decisión, estaremos abiertos para disfrutar de un proceso que se hace placentero en sí, y cuyo resul

Encontrar un equilibrio inestable

En esta sociedad de la inmediatez y la exigencia constante, son muchos los vectores que apuntan en nuestra dirección y nos demandan una respuesta que excede nuestra capacidad de resolución inmediata. Caminamos sobre una línea delgada entre la perfección y el fracaso, sin tener en cuenta que en el intermedio existen alternativas que nos ubican en un equilibrio inestable, de esos que necesitan de un continuo movimiento para mantenernos de pie. Parar la pelota y reflexionar sobre lo que nos pasa, es ubicar las cosas en su lugar. Dentro de este lugar que nos arrasa, hacernos un espacio es imprescindible. Si bien tal acto tiene sus costos, cuanto más lo demoremos, más fuertemente aparecerá esa pregunta que nos invita al cambio de sitio. Lo hará en forma intempestiva y cobrándose los intereses que nos demanda el paso del tiempo.  Por otro lado, no se trata de estar sólo a la defensiva. También podemos visualizar nuestro futuro, por más que el pasado y el presente nos inviten a lo contrario.