Atravesando el portal del consultorio, las cosas comienzan a fluir de otra manera. En ese paso, algo se abre también en nosotros, haciéndonos sentir la desnudez de un yo que va perdiendo la seguridad de su saber. Lentamente, nos adentramos en un encuadre que contiene una temporalidad distinta: la del tiempo en análisis. Al cerrar la puerta, se abre otro tiempo en ese espacio con cuatro paredes; un lugar que nos invita a salir de nuestra zona de confort y del cual nos apropiamos lentamente en aras de ser alojados. Y es así que nos sumergimos en la aventura de lo incierto para hacerle un sitio a nuestro decir. En primera instancia, se instala un silencio que es difícil de afrontar. Él nos mueve a hablar con la ilusión de encontrar la seguridad de un complemento que nos dé las respuestas que esperamos escuchar. Emergen las primeras palabras; desordenadas y caóticas, ellas quieren decir algo, aunque nunca lo digan del todo. Haciendo el ejercicio de dejarnos ser en ese tiempo que