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Mostrando entradas de octubre, 2021

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Lic. Agustín Sartuqui

Atravesando el portal del consultorio

  Atravesando el portal del consultorio, las cosas comienzan a fluir de otra manera. En ese paso, algo se abre también en nosotros, haciéndonos sentir la desnudez de un yo que va perdiendo la seguridad de su saber. Lentamente, nos adentramos en un encuadre que contiene una temporalidad distinta: la del tiempo en análisis. Al cerrar la puerta, se abre otro tiempo en ese espacio con cuatro paredes; un lugar que nos invita a salir de nuestra zona de confort y del cual nos apropiamos lentamente en aras de ser alojados. Y es así que nos sumergimos en la aventura de lo incierto para hacerle un sitio a nuestro decir.   En primera instancia, se instala un silencio que es difícil de afrontar. Él nos mueve a hablar con la ilusión de encontrar la seguridad de un complemento que nos dé las respuestas que esperamos escuchar. Emergen las primeras palabras; desordenadas y caóticas, ellas quieren decir algo, aunque nunca lo digan del todo. Haciendo el ejercicio de dejarnos ser en ese tiempo que

Yo soy quien no debe ser

En ocasión del aniversario número setenta del nacimiento de Carlos Alberto García Moreno, más conocido como Charly García, me permito rendirle un humilde homenaje a quien fue mi gran compañero desde los inicios de mi adolescencia. Un viernes 6 de noviembre del año 2002 me encontraba por primera vez con el maestro en un recital celebrado en el estadio de Liniers, ciudad de Bahía Blanca, Argentina. Mi viejo ya me había hablado de Charly, de su historia, de lo que había significado para él en su vida. Incluso me había hecho escuchar los casetes del Adiós Sui Géneris en el Luna Park. A decir verdad, la calidad del audio de esos casetes de mediados de los ochenta no era la mejor, y en ese momento no los supe aprovechar como sí lo hice años más tarde cuando Charly ya era para mí el más grande de todos. Más allá de eso, no sabía mucho más sobre él, a excepción de lo que se mostraba en la prensa – que difundía más sus escándalos que su obra musical –  y un recuerdo difuso de un recital tr

Transitar el dolor y hacer algo con él

Cuántas veces nos preguntamos sobre el sentido de nuestra existencia excluyéndonos a nosotros del planteo. Buscamos un responsable o “culpable” de lo que nos pasa. Como contraparte, anhelamos un “salvador” que resuelva todos nuestros problemas. Y es entonces que aguardamos en la pasividad un “golpe de suerte” de las circunstancias para encontrar el alivio que tanto deseamos. Las excusas están a la orden del día. Siempre tendremos motivos como para bajar los brazos, no hacer tal o cual cosa o, simplemente, quejarnos y hundirnos en la amargura. La diferencia está en la brecha que se abre entre lo que nos pasa y lo que hacemos frente a ello. No es algo fácil ese cambio de postura, pues desde la razón evaluamos situaciones que son difíciles de digerir por nuestro psiquismo. Este cambio de posición involucra también un cambio en nuestro contexto. Al modo de un juego de ajedrez, necesitamos hacernos un espacio para que las otras piezas se reacomoden y se alineen en una disposición estratég

Una tarde en el café

Conectado con la matriz de mis pensamientos, me encuentro con un cielo azul despejado en un día de Sol. Es muy agradable sentarme en mi café favorito y ponerme a escribir, improvisando cada uno de los momentos mientras escucho música jazz. Me aferro a lo que dicta este instante y me sintoniza con lo real que habita en mí. No hace falta abrir los ojos, pues el día soleado del que hablaba antes ya está en mi interior, como el mundo del texto que se transmite al universo del lector cuando la obra trasciende a su autor. Se construye así una virtualidad única que le da movimiento a mi imaginación y a las neuronas que la dibujan. En calidad de prófugo de los hechos, me anulo de lo que pasa afuera. Aquello que no podré cambiar en millones de años si no miro para mis adentros. De manera progresiva me relajo más y más. Me amigo con todo mi ser cayendo en un colchón de ensueños hecho de algodón. Sumamente placentero es este momento. Me siento más despierto que nunca, aunque esté quieto y con

El abismo que nos mira

El análisis suele transcurrir alrededor de un borde que circunda lo que llamamos “el núcleo doloroso”. Me refiero a ese lugar que es la fuente de nuestra “sanación” y, a la vez, el de una gran herida que no queremos cicatrizar. Y es entendible que así lo sea, ya que el alivio pasajero de lo conocido muchas veces le gana la pulseada a la decisión de proyectar nuestro deseo en el largo plazo. El pasaje de un estado a otro es lo que llamamos “el proceso psicoanalítico”. El paciente se dirige hacia ese centro lentamente, como si tantease a ciegas los límites que lo alejan de su realidad y lo aproximan hacia lo desconocido que habita en él. Una realidad que es psíquica y edificante de su subjetividad pero que, a la vez, puede ser cuestionada y reestructurada desde la elaboración de su posición frente a ese núcleo. Pasar por la experiencia del análisis, es pararse en ese abismo que divide nuestro saber con lo que nos deja sin palabras. Un abismo que desde el silencio nos interpela y – pa

Pensar y nombrar lo que nos incomoda

  Una propuesta para nada sencilla es aceptarse en el sinfín de situaciones que nos atraviesan día a día. Las contradicciones internas se nos aparecen como un desgarramiento que deja a cielo abierto nuestras heridas y vulnerabilidades. La dificultad reposa en que vivenciamos parte de lo propio como algo ajeno que nos incomoda; algo que odiamos y contra lo cual combatimos resguardados en la trinchera de nuestra parte “buena”. En consecuencia, deseamos con todas nuestras fuerzas que ese escollo desaparezca para mostrarnos seguros y coherentes en los ámbitos que frecuentamos. En este contexto, cuando nos encontramos con algo propio que nos enoja y no queremos ver, solemos depositar en el otro nuestras incomodidades e inseguridades. Este acto es una forma de negar lo que estamos atravesando para proyectarlo en los demás. En otras palabras, sea cual sea el hecho que estemos viviendo, buscamos un chivo expiatorio para salvar nuestro honor, y así dormir con la conciencia “libre de todo mal”