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Una valoración que nos atraiga hacia la vida (nuestra vida)

Como valorar nuestra vida

¿Qué es lo que hacemos cuando todo parece ir mal? ¿Desde qué lugar nos situamos para evaluar nuestra vida?

Segmentar la realidad en unidades más pequeñas, convierte a lo fáctico en un concepto mental que nos atrae o nos repele, según la valoración que le imprimamos en un determinado tiempo y espacio. Si bien las situaciones que nos atraviesan son diversas, no tenemos que olvidar que son sólo hechos que no tienen un atributo moral per se. Es por medio de nuestro juicio que evaluamos el mundo circundante y sus elementos, basándonos en las estructuras previas que recibimos, construimos y reformulamos activamente desde nuestra infancia.

Ahora bien, los valores cambian entre culturas, de persona en persona, y también en un mismo individuo. Existe una infinita gama de factores históricos, sociales, contextuales, fisiológicos y psicológicos al momento de seleccionar, en nuestra percepción, un determinado espectro del mundo externo en aras de evaluarlo de una u otra manera. Por ejemplo, una persona deshidratada en el desierto le dará mayor valor a un vaso de agua, que otra con acceso al agua potable en la comodidad de su hogar.

Pero estos condicionamientos no tienen por qué alarmarnos. Como afirmé en algún post anterior, si bien las cosas se rigen por la ley de la causa y el efecto, somos la única especie que no es causada linealmente. Existe un determinismo – y no una causalidad – que posibilita un cambio de rumbo en nuestro destino. Es decir, la causa no tiene la última palabra: la temporalidad no es lineal – es (psico) lógica –, y tiene un efecto impredecible que definirá hasta la misma causa de manera retroactiva.

Dicho de otro modo, al elegir nuestro futuro en el presente, le damos un nuevo significado al pasado. Por ejemplo, al aprobar un examen le damos otro sentido a las largas horas que le dedicamos al estudio.

Constantemente, nuestros actos resignifican una historia que, lejos de ser estática, adquiere diferentes matices con el paso del tiempo. Reflexionar sobre nuestros pensamientos, juicios, condicionamientos y puntos de vista, entrena nuestra mente para criticar las certezas que se instalan como incuestionables.

Por ello, más allá de las circunstancias “reales” que nos rodean, somos nosotros quienes tomamos un papel activo en ellas. Al realizar el ejercicio de observar la realidad en que nos ubicamos, lo que estamos haciendo es llevar a cabo una actitud de meta-reflexión, es decir, reflexionar cómo reflexionamos.

Y en esa rebeldía que nos impulsa a habitar un tiempo único, zigzagueamos los determinismos para jugar con los hechos, y así tomar decisiones que nos ubiquen en una valoración distinta; una valoración que nos atraiga hacia la vida (nuestra vida).

 

Los saluda,

 

Lic. Agustín Sartuqui


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