Ir al contenido principal

Sigue a Zanamentes y recibe en forma gratuita todas las novedades en tu correo electrónico

Lic. Agustín Sartuqui

Cuando pase el temblor

Dentro del amplio abanico de experiencias positivas y negativas, aquellos sacudones que más resuenan en nuestro interior, son pasibles de causar un sismo que traspasa nuestra frontera psíquica y corporal. Movimientos que se trasladan a nuestro medio circundante, provocando un caos en nuestra esfera personal y relacional.

En ese temblor, no tenemos otra meta más que sobrevivir. Mediante actos reflejos, buscamos atravesar ese dolor que nos excede, con el único anhelo de pisar tierra firme.

El pedido de auxilio quizás recaiga en personas y lugares conocidos que, de una u otra manera, forman parte del problema y no de la solución. Por el contrario, puede ocurrir que elijamos a sabiendas cerrar los ojos para subsistir, sin mirarnos ni mirar lo que nos rodea. En ambos casos, para evadirnos del yugo de lo intolerable, abrazamos el “todo vale” y, bajo esta lógica, nos servimos de viejos relatos o palabras vacías para afrontar nuevas historias.

La repetición de lo conocido – o la evasión de lo nuevo – nos da una sensación de sosiego en el corto plazo. No obstante, como toda píldora, su efecto es transitorio si no se trata el problema de raíz. Continuando con la metáfora “sismológica”, lo que mueve nuestro suelo es el deslizamiento que se oculta debajo de la superficie.

Por más que nos parezcan pueriles o carentes de sentido, las creencias, presupuestos, pensamientos y contenidos inconscientes, tienen un poderoso efecto sobre nuestra actualidad psíquica, reviviendo así hasta el más insignificante de los fósiles.    

Si en el post anterior promovía el “operar por capas” para llegar al centro de nuestro ser, en esta oportunidad pongo el foco en las capas que tiemblan, se mueven, se superponen y se confunden, paralizándonos y dejándonos ineficaces como sujetos deseantes.

Lo que en el fondo subyace (otra vez), es ese núcleo candente que habita en nosotros. ¿Cómo es posible acercarnos a él? ¿Será con la ayuda de los demás? Sí, pero con nuestra decisión de sanar como combustible y motor de ese cambio que nos hará crecer. Aunque en el proceso temblemos de miedo, o sintamos desilusión y vergüenza, nos mantendremos firmes en nuestra opción por ser y estar mejor.

En esta oportunidad, les dejo la canción Cuando pase el temblor de Soda Stereo. Espero que, cuando todo esto pase, estés bien despierto para ver todo lo bueno que está por venir. Será un buen momento.



Los saluda,

Lic. Agustín Sartuqui 


Comentarios

  1. Qué importante saber que después del temblor, llegará la calma. Y con ella, la oportunidad de reedificar los cimientos o modificar lo que sea necesario para volver a empezar. Apostando siempre que lo mejor aún está venir.
    Saludos!

    ResponderEliminar
  2. Así es! Gracias por tu comentario! Saludos!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Comentarios del lector

Entradas populares de este blog

Decisiones arriesgadas

Llegan esas instancias en las cuales sentimos que, por fuera, nos está yendo “muy bien”. Sin embargo, en nuestro fuero interno cargamos con esa sensación de no estar cómodos con lo que hacemos. Nos vemos reflejados desde una perspectiva que nos deja en la posición de “prestados”, haciendo por inercia lo que nos piden y sin proyectos que alimenten nuestros anhelos más profundos. Es en ese preciso instante que nos vemos en la necesidad de conquistar un lugar desde el cual podamos aportar algo de nuestro talento en aquello que nos rodea. “¿Estás seguro/a?”, “No desperdicies esta oportunidad”, “pensalo bien porque te vas a arrepentir”, “¿por qué te vas si estás cómodo/a?”. Éstas y otras frases forman parte de un conglomerado de palabras que suelen salir de quienes nos imponen sus propias limitaciones. Tomar decisiones arriesgadas, nos da la libertad y la iniciativa para elegir frente a las circunstancias del azar. Por supuesto, es un acto que tiene sus consecuencias; asumirlas, es parte de

Dejarnos interpelar por lo que emerge

En el continuo ejercicio de la técnica humana, solemos olvidar que estamos sujetos a las iniciativas, proyectos e ideas que sobrepasan lo que la rutina nos demanda. En el instante en que acusamos recibo de nuestro deseo, adviene a nuestro ser esa necesidad imperiosa de salirnos de la caja mental que nos moldea, abriendo otros caminos que le dan paso a nuestra singularidad. Trascender lo cotidiano, es crear nuevos mundos con el afán de alojar ese excedente de vida que nos hace vibrar, y que nos mueve a actuar con determinación en los tiempos de crisis. En ese contexto, no sería sorpresivo que los espacios de siempre nos queden chicos, y que necesitemos ampliar nuestro campo perceptual para mirar más allá en la geografía de nuestro mundo interior. “Salirnos de la caja”, es también dejar la seguridad de lo conocido y aceptar esa cuota de incertidumbre que todo cambio acarrea. Al tomar esta decisión, estaremos abiertos para disfrutar de un proceso que se hace placentero en sí, y cuyo resul

Encontrar un equilibrio inestable

En esta sociedad de la inmediatez y la exigencia constante, son muchos los vectores que apuntan en nuestra dirección y nos demandan una respuesta que excede nuestra capacidad de resolución inmediata. Caminamos sobre una línea delgada entre la perfección y el fracaso, sin tener en cuenta que en el intermedio existen alternativas que nos ubican en un equilibrio inestable, de esos que necesitan de un continuo movimiento para mantenernos de pie. Parar la pelota y reflexionar sobre lo que nos pasa, es ubicar las cosas en su lugar. Dentro de este lugar que nos arrasa, hacernos un espacio es imprescindible. Si bien tal acto tiene sus costos, cuanto más lo demoremos, más fuertemente aparecerá esa pregunta que nos invita al cambio de sitio. Lo hará en forma intempestiva y cobrándose los intereses que nos demanda el paso del tiempo.  Por otro lado, no se trata de estar sólo a la defensiva. También podemos visualizar nuestro futuro, por más que el pasado y el presente nos inviten a lo contrario.