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Decisiones arriesgadas

Abrazando lo Desconocido: Tomando Caminos Audaces


Llegan esas instancias en las cuales sentimos que, por fuera, nos está yendo “muy bien”. Sin embargo, en nuestro fuero interno cargamos con esa sensación de no estar cómodos con lo que hacemos. Nos vemos reflejados desde una perspectiva que nos deja en la posición de “prestados”, haciendo por inercia lo que nos piden y sin proyectos que alimenten nuestros anhelos más profundos. Es en ese preciso instante que nos vemos en la necesidad de conquistar un lugar desde el cual podamos aportar algo de nuestro talento en aquello que nos rodea.

“¿Estás seguro/a?”, “No desperdicies esta oportunidad”, “pensalo bien porque te vas a arrepentir”, “¿por qué te vas si estás cómodo/a?”. Éstas y otras frases forman parte de un conglomerado de palabras que suelen salir de quienes nos imponen sus propias limitaciones.

Tomar decisiones arriesgadas, nos da la libertad y la iniciativa para elegir frente a las circunstancias del azar. Por supuesto, es un acto que tiene sus consecuencias; asumirlas, es parte del proceso que nos lleva a quitarnos la máscara de la impostura y a develar nuestro rostro más auténtico.

Ese camino que soñamos emprender algún día, se nos vuelve impostergable, y ya no hay excusas para obturarlo con trivialidades de la vida cotidiana. El “hacer de cuenta que”, escondiendo bajo la alfombra lo que dejamos pendiente, se dibuja entonces como un mero artilugio para sobrellevar el peso de los compromisos que nos marca la agenda.  

Por el contrario, cuando lo “bueno” no es tan bueno, nos urge esa necesidad de hacer algo para “prestar oídos” a esa voz que nos llama desde lo más íntimo de nuestro ser. “Prestar oídos”, no para oír sino para escuchar, claro está. Escuchar para conectar los fragmentos de nuestro interior, es un acto de rebeldía frente a la realidad que, pareciera ser, tenemos predestinada.

Los lugares, las personas, las circunstancias, la cultura, no son “malas” per se. Cuando a Borges le pedían que dé su opinión sobre un escrito que no le gustaba, él decía “no es para mí”. Pese a su genio, el gran escritor tenía muy en claro que no quería imponer sus preferencias por sobre las de los demás. El “para mí” es la clave. Encontrar y perseguir eso que es “para nosotros”, se nos presenta como el desafío más relevante de nuestras vidas. 

Transitar por caminos que “valen la pena”, arriesgarnos a lo desconocido y sentir paz al hacerlo, son elementos claves que forman parte de nuestro bienestar. Estamos para algo importante, algo impostergable que nos llama desde nuestras entrañas. Tenemos la opción de hacer de cuenta que nada ha pasado, o podemos abrir los ojos y extender los brazos para recibir la oportunidad que tenemos delante.    

No todo da lo mismo. Si amamos, amamos fuerte. Si no es así, seremos tajantes al momento de cerrar aquellas puertas que nos adentran en un laberinto sin salida. Contar con la determinación y la libertad de optar por nuestro destino, es una decisión fundamental que le da un cauce a esa “bola de nervios” que hace mella en nuestro pecho. Liberar esa “energía” que tenemos atascada, y experimentar el alivio inconmensurable de estar al día con nuestros anhelos, es algo que habita en un espacio que lo material jamás alcanzará a llenar. Sólo de esta manera podremos sentir la plenitud y la avidez de estar vivos, y así tener esa invaluable sensación de ir a por más.

Teniendo esto presente, sabremos distinguir entre aquello que nos hace vibrar las cuerdas del alma y el mundanal ruido que nos perturba. Y es así que podremos ser el instrumento con el cual componer e interpretar una melodía única e irrepetible para orquestar nuestra sinfonía.

Ya en la satisfacción de jugar nuestro juego, sabremos concatenar las ideas que darán lugar a un devenir placentero y lleno de realidades inéditas, las cuales nos impulsarán a trazar nuevos senderos.


Los saluda,


Lic. Agustín Sartuqui


 

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