Ir al contenido principal

Sigue a Zanamentes y recibe en forma gratuita todas las novedades en tu correo electrónico

Deseo

 

Poesía y frases para estimular el deseo de ser feliz

En la aurora de los buenos augurios, un resplandor amanece en mí, ladeándose entre mis entrañas como pluma en la brisa.

Cúpula de cristal diáfano, protégeme del calor y el frío que no queman. Atraviésame de sentido; cual flecha de Cupido, enamórame de la vida. Encántame con el lucero de los días que, vestidos de sombra, se contemplan cerrando los ojos. Dame la gloria de los que saben perder, ganando el reconocimiento en lo no conocido.

Concédeme los siguientes deseos:

Conseguir un trabajo que no lo parezca, o que cueste trabajo dejar. Que la reflexión flexione cuando la conciencia consienta, y que el arte sea la norma de romper las reglas. Amarme como nadie, aunque Nadie me sienta, sin la espera del verbo ajeno conjugado en un pasado simple.  

Auscultarme cada dos por tres, o cada dos por cuatro mientras mi alma baila un tango. Enseñar algo que no sepa que lo sé. Respirar el aire de los que viven intentando sin morir con la vida por estrenar.

Buscar el protagonismo en las gradas vacías, reescribiendo una obra con faltas de ortografía.

Que la moralidad se escabulla del pensamiento de turno, y que la ética me acompañe en las buenas y en las malas. Resbalar en la arena y afirmarme en el hielo. Desafiar las leyes de gravedad, dejándome caer en lo que habita en mí.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Decisiones arriesgadas

Llegan esas instancias en las cuales sentimos que, por fuera, nos está yendo “muy bien”. Sin embargo, en nuestro fuero interno cargamos con esa sensación de no estar cómodos con lo que hacemos. Nos vemos reflejados desde una perspectiva que nos deja en la posición de “prestados”, haciendo por inercia lo que nos piden y sin proyectos que alimenten nuestros anhelos más profundos. Es en ese preciso instante que nos vemos en la necesidad de conquistar un lugar desde el cual podamos aportar algo de nuestro talento en aquello que nos rodea. “¿Estás seguro/a?”, “No desperdicies esta oportunidad”, “pensalo bien porque te vas a arrepentir”, “¿por qué te vas si estás cómodo/a?”. Éstas y otras frases forman parte de un conglomerado de palabras que suelen salir de quienes nos imponen sus propias limitaciones. Tomar decisiones arriesgadas, nos da la libertad y la iniciativa para elegir frente a las circunstancias del azar. Por supuesto, es un acto que tiene sus consecuencias; asumirlas, es parte de

Las verdades que damos por ciertas

Si supiésemos qué es todo aquello que nos moviliza a transitar nuestra existencia desde la fluidez, ¿seríamos más plenos? Si tomásemos conocimiento del dial que nos mantiene en la frecuencia del disfrute y nos conecta con los umbrales imperceptibles de nuestro ser, ¿estaríamos en mejores condiciones para afrontar las vicisitudes de la vida? En definitiva, ¿alcanza con saber para desplegar en forma artera nuestro potencial? Veamos. Si decimos que el saber se define como todo aquello que es articulado con el recurso de la palabra, un desenlace derivado del “músculo de la razón”, estaríamos siendo injustos con nuestra vasta capacidad de enarbolar una certeza que trascienda los límites de lo discursivo; donde las palabras se detienen y comienza una nueva experiencia.  En la tolerancia de nuestro no-saber, podemos desandar el camino de las explicaciones habladas y toparnos con el abismo que se nos abre en la esfera de la intuición. Es un tipo de saber inefable que mana de las profundidades

Yo soy quien no debe ser

En ocasión del aniversario número setenta del nacimiento de Carlos Alberto García Moreno, más conocido como Charly García, me permito rendirle un humilde homenaje a quien fue mi gran compañero desde los inicios de mi adolescencia. Un viernes 6 de noviembre del año 2002 me encontraba por primera vez con el maestro en un recital celebrado en el estadio de Liniers, ciudad de Bahía Blanca, Argentina. Mi viejo ya me había hablado de Charly, de su historia, de lo que había significado para él en su vida. Incluso me había hecho escuchar los casetes del Adiós Sui Géneris en el Luna Park. A decir verdad, la calidad del audio de esos casetes de mediados de los ochenta no era la mejor, y en ese momento no los supe aprovechar como sí lo hice años más tarde cuando Charly ya era para mí el más grande de todos. Más allá de eso, no sabía mucho más sobre él, a excepción de lo que se mostraba en la prensa – que difundía más sus escándalos que su obra musical –  y un recuerdo difuso de un recital tr