En la
confrontación cotidiana con nosotros mismos, surgen diversas posturas
encontradas. Constantemente evaluamos distintos escenarios dentro de un
espectro posible, el cual adquiere su relieve de acuerdo a nuestros intereses,
y a las disposiciones físicas y anímicas que presentamos en ese momento.
Es así
que no siempre guardamos coherencia en nuestro pensar y actuar. Más o menos
ordenada, más o menos caótica, nuestra mente inquieta es un almácigo de
emociones y pensamientos que se conectan y desconectan, que se corporizan o
transforman en acto (voluntario e involuntario), y que a veces nos interpelan
desde más allá del umbral de nuestra conciencia.
Dentro de
este panorama, es posible que no nos veamos reflejados en lo que somos, y que
necesitemos cambiar para resolver, en una síntesis dialéctica, las
contrariedades que nos acechan.
En este
sentido, soy partidario de afirmar que la contradicción es parte del ser
humano. El cambio contradictorio es lo que nos permite evolucionar rompiendo
con viejas estructuras y patrones, para orientar nuestros sentidos hacia un
determinado propósito. En su acepción positiva, el cambio nos abre a la novedad
de lo desconocido, y a la confrontación de prejuicios y estereotipos.
Se trata
de un tránsito hacia una meta que se condice con una escala de valores
intrínseca a quien decide afrontar su transformación.
La
valoración moral de este cambio no es delegable; es una cuestión personal en la
cual el sujeto deberá encontrar una respuesta: SU respuesta. En otras palabras,
el contenido moral es algo variable entre los individuos, lo que nos abre una
puerta para la evaluación formal de este fenómeno.
Evaluar
cómo esta estructura formal nos afecta, será de ayuda para evaluar nuestro
cambio. En tal contexto, el contenido de la transición será “bueno” o “malo”
para el individuo, desde el punto de vista de su bienestar bio-psico-social
(definición de salud de la Organización Mundial de la Salud).
Fácilmente
podemos constatar objetiva y subjetivamente nuestro bienestar físico y
psíquico. El agregado de lo social hace alusión a un bienestar en el
intercambio con los otros. De ahí la diferencia entre una satisfacción
puramente narcisista que va en detrimento de los demás, y un cambio que
promueve nuevos y mejores lazos en lo relacional.
En fin,
en ese tránsito hacia la autenticidad, las moradas empequeñecen con nuestro
crecimiento. Será entonces necesario romper con las barreras mentales para
habitar otros mundos posibles, dentro de una realidad que, lejos de
aprisionarnos, nos libera y enaltece.
Los
saluda,
Lic.
Agustín Sartuqui
Comentarios
Publicar un comentario
Comentarios del lector